Sofa relax

Este año por fin nos traladaron al módulo de Biología de la Facultad de Ciencias, aunque visto lo visto, hubiera preferido quedarme en mi querido Aulario por tiempo indefinido ( a ser posible hasta terminar la carrera) Nuestra Facultad debe ser la más antigua del campus, y definitivamente, eso se nota, y mucho. El aula que nos ha tocado en suerte a los desgraciados del turno de tarde está en el segundo piso, y tiene el tamaño aproximado de un zulo espacioso. Los pupitres parecen diseñados por una mente retorcida amante de los instrumentos de tortura del siglo XVII y los tableros, continuos, son tan pequeños que es difícil tomar apuntes sin meterle el codo en la boca al vecino. Además, y pese a que somos apenas un puñado de alumnos ( no más de cincuenta en los mejores momentos) la clase tiene una capacidad tan baja que se hace obligatorio llegar como mínimo media hora antes si se quiere pillar un sitio medianamente decente ( es decir, en el cual tu campo de visión no esté limitado por el proyector o en el no termines lisiado de por vida por daño irreversible de la columna vertebral) 'Sofa relax
 
El horario es demencial. La mayoría de los días entramos a las dos y media d ela tarde, lo que supone poco menos que tener que desayunar el cocido o las lentejas de rigor, y salimos sobre las seis y media, con lo que llego a casa una hora después, dispuesta a merendarme la cena, y a mi madre si se descuida. La mayor parte de los matriculados obligatoriamente en el turno de tarde han volado, por supuesto. Mi maldad congénita me hace desear fervientemente que la mayor parte de ellos no consigan el cambio, que yo ni siquiera he intentado ( ya que por una parte tendría que pedirlo también en la Escuela de Idiomas, y por otra, nunca me lo concederían) Esto signfica que me encuentro más sola que la una, sobre todo porque por primera vez desde que entré en la carrera no estoy acompañada por Tulipán Negro, mi vecino del piso de arriba, que ha decidio barrer con las asginaturas que le quedan colgando de los dos primeros cursos, ni por Obi-Juan, que forma parte de los traidores a la causa ( tiene que asistir a las clases de la mañana por incompatibilidad de horarios) La semana pasada quedé para tomar algo con ellos, CriCri y su novio, Ardi; recordamos momentos memorables del año pasado como las bolas del profesor de prácticas de Genética y los huevos de Cronquist, y terminamos en el McDonalds para que Tulipán Negro se comiera el helado de plastilina que se le había antojado mientras nos contaba que le habían cambiado sus clases de funky en el gimnasio por una mezcla entre ballet y charlestón. Inimitable su representación de movimientos con el bombín imaginario...
 
CriCri compartirá un par de asignaturas conmigo este cuatrimestre, lo que me salvará de autoconsumirme de aburrimiento por los pasillos. Aparte de ella, los únicos compañeros supervivientes de mi primer año que me quedan en clase son Ele, Apu, Aquenio y Amatista. A Apu y Aquenio se les suma de vez en cuando Neo, el tercer Mosquetero, y puesto que estos dos últimos este año comparten piso con Pepino, ya tenemos a D´Artagnan. Yo suelo sentarme en primera fila con Ele, aunque ésta vuela en todos los intercambios para ver a sus amigas a la planta baja, donde se encuentra el aula de segundo de Biología y en ella muchos de nuestros antiguos compañeros. Además de las SuperNenas, también tenemos a Pepino, Sparky y Due. Gente como CriCri, Neo o Susito viven a caballo entre ambos pisos. En clase hay también un puñado de gente que conocí el curso pasado, pero con la que tengo una relación bastante más (aún) limitada.
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